Hay fechas que se clavan, por mucho que una haga por olvidar, se anclan de la memoria, se hacen fuerte hasta la llaga. Un día 12 de Agosto de 2013, era un día caluroso, como hoy, con el sol calcinando la ciudad y el verano en plena efervescencia, teníamos una cita concertada. Viniste a buscarme. Llegaste con el paso deshilachado que tenías, dando zancadas largas, como abarcando el espacio con tu prisa. En la cara la sonrisa y los ojos chisposos de los buenos días. En los últimos años tuvimos poco tiempo para estar a solas, para contarnos la vida, como nos gustaba. Nos fuimos a comer, alegres, aunque alguna broza de preocupación nos asaltaba. Charlamos. Proyectamos. Tú me contaste planes preciosos de trabajo, yo te hablé un poco de mis escritos (prefería oírte) . Los hijos, al paso de los años, a veces, se convierten en amigos, en hermanos, en padres, en pequeños o en grandes, depende el momento. Tú y yo, fuimos más que madre e hijo. Fuimos cómplices, amigos, colegas de lucha, nuestro mutuo amor y respeto lo forjamos en tiempos duros que cruzamos juntos, apoyándonos, como hacen los supervivientes. A veces queremos a quien no nos gusta. Tú a mí me gustabas, te admiraba, creo que yo a ti también te gustaba. Además de adorarnos.
Al llegar al hospital, una nube se cruzó; por un momento sentimos la pesadumbre de encontrarnos en terreno hostil. Recuerdo que pensé que era la única que acompañaba a un hijo, todos los demás caminaban siendo el reposo de padres viejos. Tú destacabas, por joven, por guapo, por alegre. Tuvimos algún mal pensamiento, mientras esperábamos, que fue desechado de inmediato, la vida no podría ser tan fiera, después de todo lo pasado.
Entramos. Al cabo de un rato, escuchamos un veredicto lúgubre, casi ni lo creíamos, una sentencia dura se cernía sobre ti. Volvimos a sentir la carne dolorida por el miedo. Y en un minuto se nos desplomó el mundo conocido. Al salir, yo temblaba con lágrimas apresadas en los ojos, por eso de hacerme la valiente. Tú mirabas al frente, con la frente nublada por la preocupación, pero envuelto en una firme resolución de vivir. No fue así. Hoy tú descansas. Yo sigo.
Santander-12-8-2017.
Llega. Otro de vuelta. Y sigue andando.
Nadie se sobrepone de las tragedias, Javier Aparicio Ruiz. La llevamos encima, o nos aplastan o crecemos. He creado un mundo donde mi niño vive y le siento cercano. Solo que hay fechas que me hieren y me dejan un poco maltrecha. Un abrazo muy fuerte
Durisimo Maria, no quiero ni imaginarme el dolor tan grande que has vivido.
Pero tú escrito es maravilloso.
Un beso muy grande querida amiga