Hay una silla vacía que te espera
apostada en el quicio de mi puerta,
entra, siéntate y persevera
que yo, en cuanto regrese, te doy vida.
Salí pronto de casa, caminé
por la escorada costa de los sueños,
mecí entre las olas mis recuerdos
y vuelvo a casa, de nuevo, renovada.
Quédate quieto, calmado, sentado en esa silla,
que para ti dejé en el porche, por si volvías;
verás que te espero sin reproche
tan solo, aclimatada a la demora.
Siéntate en ella, toma el sol
que sobre tu cabeza se despeña
y mécete, con calma, no sea que la dilación
impaciente tu constancia y te reserve
la candidez con que mi puerta te venera.
Espérame, que vuelvo en un momento,
piensa que llevo mucho tiempo contemplando
el amanecer sin tu presencia
caminando en pos de tu memoria
y atada a la esperanza del reencuentro.
Santander-30-3-2016. 16,54. 800 días sin ti, pero contigo.