Hoy han chocado mis ojos, al leer la prensa, con unas bucólicas imágenes veraniegas, donde se ve al señor Feijoo, con un churretón de crema en la espalda, solazándose en un yate junto con un amigo. Resulta que el amigo, en cuestión, es ,en estos momentos, un presidiario, y cuando se hicieron las fotos, era uno de los capos reconocidos del narcotráfico gallego. Ha sido portada, noticia nacional. A los que conocemos algo de los entresijos de la ría de Arousa, de cómo se desarrolló el boyante negocio del narcotráfico, no nos ha sorprendido en absoluto. La isla de Arousa ha sido, y casi seguro, sigue siendo, la entrada en Europa de cocaína y heroína, procedente de Colombia. El cártel de Medellin, sobre manera, y en menor medida, el de Cali, crearono una sucursal europea en esa privilegiada zona, al amparo de la infraestructura logística que había, procedente del contrabando de tabaco, que desde los años cuarenta o cincuenta se realizaba en las rías. Estaba todo preparado para realizar el cambio, del tabaco a la droga, mucho más lucrativa y limpia. Y se hizo con todas las consecuencias. Recuerdo en una visita a la zona, como mi acompañante desgranaba, casa por casa, calle por calle, los estragos que la lucrativa reconversión había ocasionado. En todas las viviendas de costa de Arousa, se lloraba en silencio, bien a un muerto, o a un muerto viviente. Toda una generación se vio afectada por la facilidad, y la mansedumbre con que se sometió una juventud a una locura genocida. Mi perplejidad aumentaba, al oír como el narco de la zona, abonaba los gastos de las fiestas del pueblo, equipaba a los equipos de futbol infantiles, o adquiría con boato, el manto de la Virgen patrona, cambiándolo, eso sí, por palco de honor en la Iglesia parroquial. Como una nueva encarnación de la historia contada con esmero por García Marquez, sobre Pablo Escobar, así oían mis perplejos oídos, las historias comunes a la ría. Jugaban al mus, a las cartas, en amable compañía, el Alcalde, el cura, el Comandante de Puesto, junto con el patrón de las sacas. Unidos y agradecidos todos, por el benefactor que trajo abundancia a la zona y repartía prebendas y regalos por doquier. Los desmanes, las lágrimas, la soledad de madres, por supuesto, se obviaba. Ya se sabe: “son unos descarriados, carne de cañón, si no soy yo son otros, no valen nada, han nacido para esto…”Carne humana barata, que no valía el dinero que pagaban por su muerte anunciada. Los esbirro, no se ocultaban, al contrario, todo el mundo los conocía, y respetaba. El silencio cubría los desmanes, como mucho una leve inclinación de cabeza… Por tanto, es normal que el señor Feijoo, frecuentara al capo. Sicarios, armas, lanchas rapidas, astilleros completos, muertos, madres solitarias, espectros vivos de no más de cuarenta años, eran problemas colaterales a ocultar. Esa fue una realidad, amparada en la benevolencia y la resignación del carácter gallego. El narcotráfico estaba imbricado en la vida y en los poderes fácticos. Se extendió como una enorme mancha de aceite, contaminó a toda una generación, impregnó de dolor y de mierda a mucha gente. Se vino abajo, en parte, con la operación “Necora”. El aterrizaje (creo que llegó en helicóptero de madrugada), del juez Garzón y unos cuantos fieles incorruptibles, acabaron con parte del tinglado. Es posible, que esa deuda, se pagara, muchos años después con el precio de una toga, y la perdida de una ejemplar carrera. La mafia, ya se sabe, no olvida. Y paga bien a sus amigos, los encumbra muy alto. Por último, si me permiten, hago una reflexión: si en una foto, se viera a Ada Colau, sonriendo de francachela con Josu Ternera o Thierrhy…¿Qué dirían, entonces, los que hoy callan? Ahí lo dejo. Me perdonen ustedes, la náusea me impide seguir. 
