Uno desea el cielo, cuando camina
por la senda trillada, de la vida tranquila.
Desea que el viento se pliegue a sus deseos,
que la noche prolongue las sombras deliciosas
en que baña la luna el cuerpo crepitante.
Desea subir montes, bajar valles,
desea obtener la mirada que anhela cuando calla,
vivir cómodo, poseer, comprar, acicalar
desea, por último perpetuarse
y cruzar la alambrada que separa la mies
de una suave nube estrellada.
Deseamos honores, que nada significan,
tejemos la madeja con pueril banalidad,
vamos dando a la vida el pago que nos queda
en pos de una mañana en que se cierren los ojos
a los sueños primarios, y quizá desesperen
en busca de otras realidades.
Cuando se da la vuelta,
cuando se cruza la levedad de la muerte,
tan solo se anhela, con ansia, eso sí,
la tranquila pausa que sucede al dolor,
cuando parece, solo parece, que hay una calma,
donde no duele la herida soslayada.
Con eso, con la calma, tengo bastante,
los anhelos, los ripios, los dejo para otros
que quizá, no vivieron bastante.
Santander 9-2-14, 21,35. 21 días sin ti.
Yo te deseo paz, María… mucha paz!!!!