Nublados, los recuerdos,
se guardan escondidos del tiempo,
calcinados, a base de mirarlos
y sentir que ya no son lo que eran,
esos viejos recuerdos.
Evocación, envuelta en oropeles
de nubes estrenadas, apiladas entre olas
de nostalgia, cubiertas de tristura
que hace de ellos llamada, a la melancolía.
Esa vieja memoria ya no me pertenece.
Dejaron de ser míos, los recuerdos,
que se van desdibujando con el tiempo
hasta no dejar ni ápice de aquella realidad estrangulada;
a base de cambiarla, por el dolor que lacera la carne
y el alma afligida se recrea en fantasear,
con una realidad bastante herida.
Por eso, se los cambia a trompicones
de la verdad lesionada, que luego se solaza
con la imaginación que adorna la memoria
de ansias conocidas y atisbo de mentiras
que decora la realidad que yace destemplada
en el anaquel cubierto de polvo,
donde anidan los recuerdos,
vencidos y en destrozos.
Es mejor guardarlos entre olvidos
que dejar al alma atormentarse en el engaño
de no haber vivido, tal como se recuerda,
la vida encelada, envuelta de rabiosas nubes,
de malquerencia y apaños que cube el manto
de certezas tristes y olvidadas.
María Toca-
Santander- 18-04-2018. 16,27