¿Cuantas frases banales nos decimos al día?:
“nos llamamos, a ver cuándo quedamos,
nos vemos… Tomamos un café”
Palabras huecas, melifluos conceptos
que nutren el día cotidiano
y no dicen más que naderías.
Palabras tristes de tristes sentimientos
que amparan indiferencia
y añoran una melancolía
de ser, de sentir, de entrelazar las manos
que nacen frías, mueren sin compañía.
Puedo estar triste, mas no soy apestada,
a menos que creas que la tristeza
se trasmite o se contagia
como una vulgar gripe.
Por eso, quizá me evitas, me huyes,
me dejas estancada;
cuando me ves caer,
no me levantas, te alejas y contemplas
el devenir de un fracaso o un dolor anunciado.
Ahora, te juro, amigo lejano,
puedes estar seguro,
que resurgirán las flores matinales,
levantará cabeza la tristura
que ampara hoy, mis madrugadas.
Tú y tantos como tú, no estarán quedos
se habrán ido, se perderán el resurgir
de un ave que levanta el vuelo,
y se eleva ante el día que llegará
más pronto, que tarde. Resurgirá
fuerte, elevada, más completa
y tú te perderás el espectáculo
de ver la remontada.
Por eso, por banal, por pobre, por enjuto,
te quedarás solo, en una esquina
rodeado de espíritus pequeños
que dan solo, cuando reciben algo.
Santander. 9-5-14, 19,32. 109 días sin ti
Dedicado a los que huyeron de las palabras y de los sentimientos. El tramo de distancia lo pusieron vuestros pasos. No hay vuelta.