Mi tierra huele a yerba fresca,
en primavera, cuando recién la corta
el campesino con su dalle.
Mi tierra huele a fiera marejada
cuando las olas se le encrespan y se rizan,
los días de invierno, en que se enfada
el mar y brama en soliloquio con la luna.
Mi tierra huele a miedo algunas veces,
a humedad en madrugada,
cuando cantan los grillos
mientras se despereza la pajarada
asaltando el valle en cualquier parte
y se funde la oscuridad con la mirada
que llega justo hasta la montaña más cercana…
Mi tierra es calma, verde y sombra
de árbol, chopera y entelequia bien armada.
Mi tierra, hoy se quema.
Y me faltan manos que acudan a salvarla
y lágrimas que apaguen sus heridas.
Mi tierra se calcina en madrugada
cuando zafios, asesinos la maltratan.
Mi tierra, bienamada por voces fieras
que hacen patria de un trapo cualquiera
y no saben que a la patria no hay que gritarla
que llega tan solo con amarla y respetarla
porque ni es nuestra ni de nadie.
La tierra es lecho, útero de madre
que nos anida por un estrecho lapso
de una parte de la historia
mientras nosotros caminamos hacia el fin
ella, quieta, recibe a los que nacen.
María Toca
Santander-17-02-2019. 17,07
Mientras arde