Esa soledad, ese momento
en que a ti y a mí, nos invaden los sueños,
yo te añoro, tú me sueñas,
envueltos, ambos, en la oquedad
de una vacía y desolada estancia.
Amplia espera y tardía paciencia
donde vivimos el exilio
de unos cuerpos
que en la soledad, se desbaratan,
aislados, contritos, esperando,
el milagro de la mano que los una.
Amplia espera, que no llega,
y por ser tardía, desespera
el momento de enlazar la vida
en un encuentro fútil, soñado, breve.
Por no ser, no somos ni conscientes
del amplio desamparo que nos une,
ese que mantiene al alma en vilo
y en la noche, se vuelve hasta consciente
de la oquedad de una cama vacía,
de unos ojos que no miran
y de una boca que ante el beso
está renuente.
Santander-29-9-15, 11,31.