De hielo se viste la mirada
que todo lo ve y que intuye
el miedo, la voz y la palabra
se vuelve misterio el rostro
de una vida entregada.
El tiempo dibuja alas
que entibian los labios de pecado
y la rabia viste con ropaje de estrella
cuando con manos entrelazadas
estalla de alegría y de holganza
de un tiempo ya pasado.
Y es ahora, cuando torna la noche
con su mirar cansado,
el cielo se acicala de estrellas
y la luna asoma avergonzada
cuando nace, en mi, la madrugada
y me encuentra, con los brazos, entregada,
a unos sueños, imprecisos, espesos
que nunca logran nada
y que sienten la fiebre del descanso
en la mirada.