De noche, contemplo el día, como si fuera noche,
el amanecer me pliega el alma
como si cayeran nubes de tormenta
y cuando los rayos de sol surcan el horizonte
en franca despedida, del día que agoniza,
me llegan los estertores de la muerte
ahogando el grito de dolor ante la espada
que desenvaina el recuerdo y surca la carne
trémula, álgida la garganta
en mil sonidos rotos y en quejidos
que socaban el aire sin mancharlo.
Así se quedan los recuerdos quietos
prendidos de mi alma en las esquinas
donde se labra un destino incierto
y mellan para siempre el alma adormecida,
con mil tambores de hambre despertando
y tejiendo la sutil manta de espinas
con la que se lacera un alma herida.
Santander-3-5-14, 23,48. 103 días sin ti.